lunes, 16 de febrero de 2015

La SER se viste de marrón

El pasado 9 de febrero la dirección de la Cadena SER, confirmando las malas artes de las que viene haciendo gala en los últimos años, despidió a nueve personas de la emisora, en su mayoría mujeres y con una dilatada y solvente trayectoria profesional. Los mandarines de Prisa en la cadena SER han querido enviar un aviso a navegantes y, haciendo honor a su condición de burocracia autoritaria, han mandado al paro a nueve periodistas y técnicos, de fuertes vínculos humanos y profesionales con la marca SER.

Cuando se despide a una persona (o a 9) de una empresa por el artículo 33, es decir cuando el mandarinato exhibe su vocación de servicio al imperio, no tiene más remedio que sacar sus vergüenzas de paseo. Hay que explicar las razones de unos despidos, que el saber popular ya conoce, pero que la burocracia debe vestir con jerga de reajuste empresarial. Y no lo tiene fácil el director o directora para encontrar un catálogo de causas que se alejen del ridículo. Estamos hablando de profesionales que le han dado al buen periodismo y a la propia marca corporativa de la SER bastante más identidad que sus verdugos. De ahí, como dijo CCOO tras conocer los despidos, que los responsables de la empresa “fabulen causas peregrinas y extravagantes para justificarlos”.

El mandarín –y no me refiero al idioma- como buen servidor necesita la adulación del jefe de la dinastía, y por eso, debe poner tanto entusiasmo en el desempeño de su función como gratificación recibe del repartidor de parabienes. El mismo que exige rigor moral al resto del mundo, el que dicta sentencia sobre relaciones laborales decimonónicas en empresas de la competencia, el que presume de progresismo en el ADN de su libro de estilo, se viste de marrón y le dice a su plantilla: despedimos a algunas de las mejores porque la democracia tiene un límite y la reflexión crítica el merecido castigo…Vamos, que nada es lo que parece, y que los supuestos heraldos de la libertad aplican en su casa prácticas autoritarias cuyo hedor empieza a ser insoportable.

Molesta y mucho, igualmente, la actitud de quienes han sido algunas/os de sus compañeros más próximos y a la vez gozan de un determinado estatus en el actual organigrama de responsabilidades profesionales, o han accedido al estrellato mediático de la popularidad. Si comprensibles son las muestras de solidaridad de la plantilla, a medio camino entre la indignación y la prudencia, inaceptables resultan algunas conductas que por no esconder ni siquiera esconden la frivolidad, haciendo mutis por el foro de la acción colectiva.

Pero no me olvido de lo principal, el despido de nueve personas a manos de ese valor que cotiza en la bolsa militar: “lo hago porque me sale de…”. No será fácil de olvidar tanto desatino y vulgaridad corporativa. Olvidarse de tanto mandarín en una dinastía golfa, capaz de sacrificar buen y honesto periodismo por un plato de lentejas cocinadas en la olla de la intolerancia.

Luis María González (afiliado a nuestra Asamblea)

Nota: Nuestra Asamblea ha transmitido a los compañeros/as despedidos su más completa solidaridad.

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